Que miras?

sábado, 28 de agosto de 2010

Los ojos de los pobres

¡Ah!, quieres saber por qué hoy te aborrezco. Más fácil te será comprenderlo, sin duda, que a mí explicártelo; porque eres, creo yo, el mejor ejemplo de impermeabilidad femenina que pueda encontrarse.Juntos pasamos un largo día, que me pareció corto. Nos habíamos hecho la promesa de que todos los pensamientos serían comunes para los dos, y nuestras almas ya no serían en adelante más que una; ensueño que nada tiene de original, después de todo, a no ser que, soñándolo todos los hombres, nunca lo realizó ninguno.Al anochecer, un poco fatigada, quisiste sentarte delante de un café nuevo que hacía esquina a un bulevar, nuevo, lleno todavía de cascotes y ostentando ya gloriosamente sus esplendores, sin concluir. Centelleaba el café. El gas mismo desplegaba todo el ardor de un estreno, e iluminaba con todas sus fuerzas los muros cegadores de blancura, los lienzos deslumbradores de los espejos, los oros de las medias cañas y de las cornisas, los pajes de mejillas infladas arrastrados por los perros en traílla, las damas risueñas con el halcón posado en el puño, las ninfas y las diosas que llevaban sobre la cabeza frutas, pasteles y caza; las Hebes y las Ganimedes ofreciendo a brazo tendido el anforilla de jarabe o el obelisco bicolor de los helados con copete: la historia entera de la mitología puesta al servicio de la gula.Enfrente mismo de nosotros, en el arroyo, estaba plantado un pobre hombre de unos cuarenta años, de faz cansada y barba canosa; llevaba de la mano a un niño, y con el otro brazo sostenía a una criatura débil para andar todavía. Hacía de niñera, y sacaba a sus hijos a tomar el aire del anochecer. Todos harapientos. Las tres caras tenían extraordinaria seriedad, y los seis ojos contemplaban fijamente el café nuevo, con una admiración igual, que los años matizaban de modo diverso.Los ojos del padre decían: «¡Qué hermoso! ¡Qué hermoso! ¡Parece como si todo el oro del mísero mundo se hubiera colocado en esas paredes!» Los ojos del niño: «¡Qué hermoso!, ¡qué hermoso!; ¡pero es una casa donde sólo puede entrar la gente que no es como nosotros!» Los ojos del más chico estaban fascinados de sobra para expresar cosa distinta de un gozo estúpido y profundo.Los cancioneros suelen decir que el placer vuelve al alma buena y ablanda los corazones. Por lo que a mí toca, la canción dijo bien aquella tarde. No sólo me había enternecido aquella familia de ojos, sino que me avergonzaba un tanto de nuestros vasos y de nuestras botellas, mayores que nuestra sed. Volvía yo los ojos hacia los tuyos, querido amor mío, para leer en ellos mi pensamiento; me sumergía en tus ojos tan bellos y tan extrañamente dulces, en tus ojos verdes, habitados por el capricho e inspirados por la Luna, cuando me dijiste: «¡Esa gente me está siendo insoportable con sus ojos tan abiertos como puertas cocheras! ¿Por qué no pedís al dueño del café que los haga alejarse?»¡Tan difícil es entenderse, ángel querido, y tan incomunicable el pensamiento, aun entre seres que se aman!

(Charles Baudelaire)
me encanto! no siempre leo cosas que me encantan..

jueves, 5 de agosto de 2010

"Las personas grandes aman las cifras. Cuando les habláis de un nuevo amigo, no os interrogan jamás sobre lo esencial. Jamás os dicen: "¿Cómo es el timbre de su voz? ¿Cuáles son los juegos que prefiere? ¿Colecciona mariposas?". En cambio, os preguntan: "¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos tiene? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?". Sólo entonces creen conocerle. Si decís a las personas grandes: "He visto una hermosa casa de ladrillos rojos con geranios en las ventanas y palomas en el techo...", no acertarán a imaginarse la casa. Es necesario decirles: "He visto una casa de cien mil francos". Entonces exclaman: "¡Qué hermosa es!"
Si les decís: "La prueba de que el principito existió es que era encantador, que reía, y que quería un cordero. Querer un cordero es prueba de que se existe", se encogerán de hombros y os tratarán como se trata a un niño. Pero si les decís: "El planeta de donde venía es el asteroide B 612", entonces quedarán convencidos y os dejarán tranquilo sin preguntarnos más. Son así. Y no hay que reprocharles. Los niños deben ser muy indulgentes con las personas grandes.
Pero, claro está, nosotros que comprendemos la vida, nos burlamos de los números. Hubiera deseado comenzar esta historia a la manera de los cuentos de hadas. Hubiera querido decir:
"Había una vez un principito que habitaba un planeta apenas más grande que él y que tenía necesidad de un amigo..". Para quienes comprenden la vida habría parecido mucho más cierto..
(...)- Estoy contento de que hayas encontrado lo que faltaba a tu máquina. Vas a poder volver a tu casa...
-¿Cómo lo sabes?
Precisamente venía a anunciarle que, contra toda esperanza, había tenido éxito en mi trabajo. No respondió nada a mi pregunta, pero agregó:
- Yo también, hoy vuelvo a mi casa...
Luego, melancólico:
-Es mucho más lejos.... Es mucho más difícil...
Sentí que estaba ocurriendo algo extraordinario. Lo estreché en mis brazos como a un niño, y sin embargo, me pareció que se escurría verticalmente hacia un abismo sin que pudiera hacer nada para retenerlo.
Tenía la mirada seria, perdida muy lejos:
-Tengo tu cordero. Y tengo la caja para el cordero. Y tengo el bozal...
Sonrió con melancolía.
Esperé largo rato. Sentía que volvía a entrar en calor poco a poco:
-Has tenido miedo,hombrecito.
Había tenido miedo, sin duda. Pero rió suavemente.
-Tendré mucho más miedo esta noche...
De nuevo me sentí helado por la sensación de lo irreparable. Y comprendí que no soportaría la idea de no oír nunca más su risa. Era para mí, como una fuente en el desierto.
-Hombrecito.... quiero oírte reír otra vez...
Pero me dijo:
-Esta noche, hará un año. Mi estrella se encontrará exactamente sobre el lugar donde caí el año pasado...
-Hombrecito, ¿verdad que es un mal sueño esa historia de la serpiente, de la cita y de la estrella?...
Pero no contestó a mi pregunta. y dijo:
-No se ve lo que es importante....
-Seguramente..
-Es como una flor. Si amas a una flor que se encuentra en una estrella, es agradable mirar el cielo por la noche. Todas las estrellas están florecidas.
-Seguramente.
-Es como el agua. La que me has dado a beber era como una música, por la roldana y por la cuerda.... ¿Te acuerdas?... Era dulce.
-Seguramente.
-Por las noches mirarás las estrellas. No te puedo mostrar dónde se encuentra la mía, porque mi casa es muy pequeña. Será mejor así. Mi estrella será para ti una de las estrellas. Entonces te agradará mirar todas las estrellas.... Todas serán tus amigas. Y luego te voy a hacer un regalo...
Volvió a reír.
-Ah!, hombrecito... hombrecito... ¡Me gusta oír tu risa!
-Precisamente, será mi regalo.... Será como el agua..
-¿Qué quieres decir?
-Las gentes tienen estrellas que no son las mismas. Para unos, los que viajan, las estrellas son guías. Para otros, no son más que lucecitas. Para otros, que son sabios, son problemas. Para mi hombre de negocios, eran oro. Pero todas esas estrellas no hablan. Tú tendrás estrellas como nadie las ha tenido.
-¿Qué quiere decir?
-Cuando mires el cielo, por la noche, como yo habitaré en una de ellas, como yo reiré en una de ellas, será para ti como si rieran todas las estrellas. ¡Tú tendrás estrellas que saben reír!.
Y volvió a reír.
-Y cuando te hayas consolado (siempre se encuentra consuelo) estarás contento de haberme conocido. Y abrirás a veces tu ventana, así... por placer... Y tus amigos se asombrarán al verte reír mirando el cielo. Entonces les dirás: "Sí, las estrellas siempre me hacer reír", y ellos te creerán loco. Te habré hecho una muy mala jugada...
Y volvió a reír:
-Será como si te hubiera dado en lugar de estrellas un montón de cascabelitos que saben reír...
Y volvío a reír. Después se puso serio:
-Esta noche.... ¿sabes?.... no llega.
-No me separaré de ti.
-Parecerá que sufro.... Parecerá un poco que me muero. Es así. No vengas a verlo, no vale la pena...
(...) Esa noche no lo vi ponerse en camino. S e evadió sin ruido. Cuando logré alcanzarlo, caminaba decidido, con paso rápido. Y me dijo solamente: - ¡Ah! Estas ahí...
Me tomó la mano. Pero siguió atormentándose:
-Has hecho mal. Vas a sufrir. Parecerá que me he muerto y no será verdad....
Yo callaba. "

(Le petit prince, Antoine De Saint-Exupéry)